Ahora que hemos explorado la templanza, podemos también comenzar a hablar sobre la importancia de la humildad en una vida de actos y pensamientos. Reflexiono sobre esto desde un punto de vista personal, pues gran parte de mi vida la viví fuera de la humildad, con el ego en un pedestal. En un sistema educativo donde lo meritorio se encuentra en ser el mejor, con notas que sugieren que alcanzar un puntaje perfecto de 100 significa ser superior a los demás, es fácil caer en una ilusión falsa de grandeza.
Después de pasar por el sistema educativo, uno se encuentra en una posición laboral donde la métrica del éxito se mide por el salario y el título del puesto, alejándonos de la verdadera capacidad de influir. Sumergido en aspectos como cuánto gano, cuántos títulos tengo o qué posición ocupé como estudiante, el ego crece y crea una separación mental, un muro de Berlín, entre nosotros y los demás. A su vez, aquellos que, bajo estas métricas, no han logrado ser los primeros, comienzan a construir una narrativa de fracaso y auto-reproche.
Es común, como coach, escuchar a personas decir que deberían estar en otro punto de su vida, que se comparan con otros sin preguntarse cuál es la verdadera medida de éxito para ellos. Y como no han definido esta medida, es fácil adoptar el ego como la métrica a seguir. Lo digo por experiencia propia, porque durante mucho tiempo, para mí, el éxito se medía en términos de riqueza, mejores calificaciones, títulos y cargos prestigiosos.
No fue sino hasta los 29 años, cuando estaba terminando mi doctorado, publicando mi primer libro y trabajando en el puesto de mis sueños, que me di cuenta de que había puesto la escalera del éxito en la pared equivocada. Fue en ese momento que tuve que reflexionar sobre lo que realmente significaba el éxito para mí. Como si estuviera escrito en el destino, fue a los 33 años cuando comprendí que el éxito se basa en la influencia, porque todo lo demás morirá conmigo. El puesto que tanto anhelé seguirá sin mí, y las riquezas que tanto valoré pasarán a otras manos. Sin embargo, el haber ayudado a alguien a vivir un poco mejor, quedará en esa persona.
Por supuesto, también caí en la trampa del ego, creyendo que esta debería ser la métrica para todos. Cada persona tiene su propia medida de éxito, pero lo más importante es que sea una métrica creada por uno mismo, no impuesta por factores externos.
Al entender esto, se puede comenzar a cultivar la humildad, y a partir de la humildad, se puede empezar a cultivar la felicidad. Con humildad, uno entiende que el puesto que ocupa puede ser una herramienta para ayudar a otros, pero que si el ego se interpone, no se ayudará a nadie. Que la educación que uno ha recibido es, en realidad, un regalo para ayudar a otros que quizás no tuvieron las mismas oportunidades, y que, por ende, podemos ayudarlos a mejorar su vida si así lo desean. Que nuestro caminar en la vida puede ser un ejemplo, incluso en cómo manejamos los momentos difíciles.
Para ello, es necesario vencer al ego y rendirse ante la humildad, aceptando que mucho de lo que hemos vivido ha sido por gracia. Aceptar que hay personas mucho más capacitadas que podrían estar hoy escribiéndoles a ustedes con un consejo, pero que, por los planes de Dios, soy yo quien lo hace hoy, y eso me llena de humildad, porque sé que es un gran privilegio.
¿Cuánto de nuestra vida no es un gran privilegio si lo analizamos de esta manera? ¿Cuánto de nuestra vida no está llena de bendiciones y regalos que otras personas sueñan con tener? Y, sin embargo, el ego nos roba ese reconocimiento y nos dice que no somos suficientes.
No existe trabajo que no sea digno, ni trabajo que no tenga impacto. La importancia recae en cada una de las personas que lo ejercen y en su capacidad de ayudar al prójimo, porque al final, si todo es efímero, ¿qué estamos dejando al mundo?
Así que, dentro de la templanza, está la moderación del ego. Esto no significa no apreciarse a uno mismo, sino saber que uno ha sido escogido para ciertas posiciones y que es un profundo privilegio estar hoy donde estamos, porque muchas personas nunca sabrán lo que es estar en nuestra silla, a pesar de mucho esfuerzo. Y es así como la humildad nos previene de todos los sufrimientos que conlleva el ego, como pensar "debería ser mejor," "no puedo fracasar," "qué van a pensar de mí" o "qué va a pasar conmigo." En lugar de ello, podemos cambiar esas preocupaciones por preguntas como "¿cómo puedo ayudar?", "¿cómo puedo influir mejor con mi trabajo?", "¿cómo puedo ser un mejor líder?" y "¿cómo puedo ser un mejor ser humano?"
De eso se trata la elección entre el ego y la humildad. Por mi parte, yo escojo la humildad.
Nos vemos mañana
¿Quieres aprender de teología?
Un enfoque profundo y sincero de la humildad…..
Mil gracias Mauricio!
Excelente artículo, muchas gracias Mauricio por compartir tu experiencia de vida en esas magníficas líneas, y por tomarte el tiempo en compartirlas generosamente, así como por la linda enseñanza en el podcast Vivir Mejor, que guarda mucha relación con el tema de la humildad.
La humildad es uno de los senderos que conduce a la sabiduría, también es reconocer que las cosas se nos han dado por la Providencia Divina, por gracia, y que parte de la felicidad está en ser agradecidos y compartir de los talentos recibidos.