Nuevo episodio del Estoico de Wall Street
¿Te estorbas a ti mismo en tus decisiones, en tu progreso o en tus sueños? En este episodio reflexiono sobre cómo muchas veces somos nosotros los que, por miedo, perfeccionismo o falta de paciencia, nos detenemos antes de ver frutos.
Hablo sobre la importancia del largo plazo, de fallar para crecer, de aprender por repetición y de mantener rutinas que nos sostienen. Porque no necesitas ser perfecto, solo necesitas no estorbarte.
📺 Puedes verlo también en YouTube:
🔗 https://youtube.com/live/VxVxLRnuoww?feature=share
Cuando hablamos de no estorbarnos, uno de los grandes temas es esta velocidad que mencionaba Daniel Kahneman en Pensar rápido, pensar despacio: la diferencia entre el pensamiento inmediato y el pensamiento deliberado. Muchas veces no sentimos que tenemos esa pausa porque estamos tan centrados en el corto plazo, tan bombardeados por lo urgente, que se nos olvida lo importante, el largo plazo.
Leyendo biografías como las de Amancio Ortega, Tony Robbins o Bill Gates, uno se da cuenta de que todas estas personas tenían claridad. Veían el largo plazo. No se estorbaban con los errores del presente. Sabían que las cosas se van dando con disciplina, que uno tiene que ir construyendo con visión. La persona que hoy habla bien en público no nació hablando bien en público. Al contrario, fue alguien que practicó muchas veces, que se cayó y se levantó. Lo que uno ve en el escenario es el efecto compuesto de años de trabajo y fracaso.
Recuerdo la primera vez que escribí una columna o hablé en público. Fue fatal. Lo puedo decir con certeza. No tenía el conocimiento, ni la técnica, ni la calma que se necesita. Pero ese inicio fue necesario. Y es que muchas veces hay que darse el permiso de verse mal mientras uno aprende a hacerlo bien. Nadie nace aprendido. Lo que admiramos en otros muchas veces es el resultado de años de constancia, sacrificios y frustraciones que no vemos.
Y sí, hay momentos en los que uno quiere renunciar. Hay días en los que pensás que esto no va para ningún lado. Días en los que querés dejarlo todo porque sentís que no tiene sentido. Pero ahí es donde hay que persistir. En la educación pasa: al principio te cuesta, te frustra. Pero luego mirás hacia atrás y decís: “No sé cómo lo logré, pero lo hice”. Y es ahí donde uno comprende que todo lo que parecía difícil hoy ya es parte de uno: caminar, hablar, escribir, pensar con claridad.
Algunos tienen una ventaja inicial, sí, pero la disciplina y la perseverancia siempre superan al talento. Aprender finanzas, por ejemplo, no es un curso de un día. Es estudio, prueba y error, perder dinero, ganar experiencia. Aprender a ser padre no se enseña en ningún manual. Es vivirlo, equivocarse, corregir, volver a intentar. En el trabajo es igual: a veces no estás en el lugar donde pensabas estar. A veces sentís que no crecés. Y eso es bueno: porque cuando ya no hay crecimiento, te estás estancando.
David Goggins lo explica bien: cuando creemos que llegamos a la cima, en realidad ya deberíamos estar buscando la próxima. El ser humano no fue creado para quedarse quieto, para vegetar. Fuimos creados para mejorar. Y a veces mejorar significa equivocarse mucho. Roger Federer decía que, aunque falló la mayoría de los puntos que jugó, eso no impidió que ganara cientos de partidos. No se trata de nunca fallar, sino de tener los aciertos necesarios. Pero eso solo ocurre si uno se esfuerza y, sí, si se equivoca.
El arte de estorbarse consiste en no mantenerse en lo que uno sabe que es importante solo porque en este momento no está saliendo bien. Abandonamos antes de tiempo. Y muchas veces esperamos que los demás vean lo que nosotros vemos en nuestro proyecto. Pero eso rara vez pasa. Por eso, el empuje debe venir de vos. La exigencia, la disciplina, deben venir de adentro.
Brian Tracy decía que no se trata de ser rutinario, sino de tener rutinas. Hay una diferencia entre vivir atrapado en lo repetitivo y tener hábitos que te hacen mejor. En Haz tu cama, se nos recuerda que los grandes logros empiezan por cosas pequeñas: tender la cama, leer 25 minutos, hacer una oración por la mañana. Esas pequeñas rutinas son las que te preparan para enfrentar lo más grande.
Así que, si querés dejar de estorbarte, comenzá por no darte por vencido.
Magnifica enseñanza sobre la perseverancia y la mejora continua. Muchas gracias Mauricio.